El cansancio me invita a reflexionar,
a tomarme un respiro,
a entornar los ojos y meditar
antes de retomarlo.
El bullicio que me rodea
me empuja a entrar en acción
continua e insistentemente,
pero la actividad física
no logra cordial entendimiento con los años
y acaba por tirar las cartas sobre la mesa
sin llegar a romper la baraja.
La memoria se gloría en lo remoto
y acaba disociada en lo inmediato,
sin que el intento de emulsión
alcance un grado satisfactorio
ni el hilo conductor lleve tantos nulos
como lapsos inconexos.
Vuelvo a intentarlo una y otra vez,
pero el éxito me está vedado
y acabo envolviéndome
en el lienzo anodino de la derrota.
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