Con su misma actitud,
con idénticas y ocultas intenciones,
como tierra que huye
de unos brazos a otros,
pasa de lucir encarnado
y con toda solvencia se viste de azul,
como el mar plácido
después de la tormenta.
No es correa de transmisión,
es oportunidad que danza
según sueña un pasodoble
o una pachanga.
No se decide, se acomoda,
es el aplauso del que carece
el discurso ajeno;
hasta ahora fue ruin y perverso,
pero un cambio de viento
hincha las velas
y acaba el barco por recalar
al novedoso abrigo de otros brazos,
antaño hostiles.
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