Mira a ese hombre,
sí, al negro de solo una pierna
y sus escasa baratijas
con las que sobrevivir.
Su sonrisa cubre todo el paseo
y su mirada ilumina
ese mundo lejano que trasluce,
de azar, de desdicha y supervivencia,
de dificultades extremas,
en cambio contagia paz y alegría.
Mírate en él largamente, considera
si no podrías pasar tú por esas vicisitudes,
por ser objetivo de muy diversas miradas,
e invítate, así como a quienes te rodean,
desde el profundo silencio,
íntimo y meditativo.
a una sesión de humilde misericordia.
Hermoso poema que muestra sin tapujos la triste suerte de muchos que por diferentes motivos deben emigrar de la tierra que los vio nacer y están librados a su suerte.
ResponderEliminarSaludos.
PATRICIA F.
Somos hijos y nietos de emigrantes. No sé de dónde vino quienes me precedieron, pero sin duda alguna no es mi pueblo el origen de la vida. Muchísimas gracias, Patricia.
EliminarUn abrazo.