El futuro es esa imperfección,
ese idealismo o ensoñación
que está siempre por venir,
un anuncio que nunca se materializa,
la comanda con la que sueñas
en un idílico banquete que no llega,
para satisfacer tus apetencias
y en la que has puesto toda la ilusión.
Siempre queda fuera de tu alcance
y, aunque hagas por anticiparte,
solo se ha forjado en tu cabeza.
Puede ser simple o perfecto,
pero es cuestión de tallaje.
Lo simple, como todo lo básico,
parece más al alcance de la mano,
algo que acontecerá de inmediato,
mientras que la perfección…
Como todo ideal, lo perfecto se eterniza,
y, cuando acontece, hasta decepciona
por lo efímero que se diluye en el presente.
Menos común, pero en todo su valor,
es la perífrasis, que viene a ser
como un merodeo por el entorno
que siempre se queda en vísperas
y nunca llega.
El condicional, mejor dejarlo para otro día.
Hoy es el resultado de tanta espera,
pero lo único que cuenta es lo presente,
antes de que acabe en pretérito que se escape
dejándonos vacíos y desilusionados.

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