Meter las manos en el agua fresca,
mojarte por dentro y por fuera,
apreciar el paso del tiempo
y los surcos que fue labrando,
ver el ayer y mirar sin esperanza
por la balconada del mañana.
Observar los cambios de estilo
y de costumbres, sorber despacio
el sabor enquistado en el tiempo,
firmar de por vida una alianza.
Deshacer el ovillo que enhebró la historia,
interpretar lo novedoso con expectación
sabiendo que el tiempo nunca vuelve,
vivir el hoy por hoy y Dios dirá mañana.
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