Acaba el día coronado
por las múltiples fatigas
y sobre la almohada
comienzan los interrogantes.
La mente es un amasijo andrógino,
un todo que no conoce principio ni fin
que nunca hace pausa,
ni su actividad es uniformemente acelerada,
sino que hilvana los tiempos verbales
a lo novedoso o a lo recóndito
sin preocuparse por el descanso.
Cuando acaban los recuerdos
comienzan las suposiciones,
el desvestir de los mitos y el despeinar
las melenas pobladas de los cuentos,
deshilachando el tejido
y hasta la urdimbre de los días.
Pausa. Tan solo pido una pausa:
que se paren las estelas de las estrellas,
que el grifo o el surtidor de los sueños
inhabilite el servicio y se tome una pausa
hasta desabastecer el fluir de la mente,
que vuelva a sentir la novedad vital
del descanso y desmadeje con orden
uno a uno todos y cada uno de los ovillos.
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