El y ella. Dos jóvenes se miran,
se examinan con desbordamiento,
con apenas unos ademanes.
Intensas miradas, profundos silencios.
Besos no pronunciados, sordos,
pura y simple gestualidad
que les azota y encienden. Mutismo.
Sobre el suelo se proyecta una sombra alargada
que desemboca en el mañana soñando,
una confusión de cuerpos apelmazados
que se estiran ocupando el mañana
al que con vehemencia aspiran.
Una realidad fantaseada, sin ensayo previo,
el desenfreno de una fábrica de ensueños.
Pasan los viandantes, les miran,
pero ellos no sienten nada externo,
se saben solos y unificados de por vida.
Cae la noche. Una arista de luz
les baña el rostro y se agiganta la pasión.
En la transparencia de sus ojos,
un cristal una lágrima de emoción
cae por sus mejillas con ímpetu
de cascada incontenible y se hace infinito.
Se aman. Se ríen. Lloran de emoción
y se vacían en carantoñas recíprocas
en esa soledad en plena calle.
El amor es bello!!! Cómo tu poema.
ResponderEliminarAbrazo y besos de anís.
La realidad siempre supera a lo creativo, Sara.
EliminarUn abrazo.
El amor siempre resulta agradable a cualquier edad pero en la juventud es todavía más especial pues está lleno de ilusiones y fantasías. Tus poemas de amor están llenos de juventud. Saludos
ResponderEliminarEl amor es la más alta expresión que puede pronunciar el ser humano, y la juventud es su momento álgido, si bien la ancianidad, cuando habla de amor, es un deseo de perpetuarse.
EliminarUn abrazo.
Qué preciosidad...
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