Piedra trabajada:
ojeada, seleccionada, elegida,
esculpida con enérgica violencia y mimo.
Visión latente
que los golpes precisos dejan al descubierto.
Músculo y tacto,
fascinación preconcebida
que con el esfuerzo
de unas manos fuertes,
a la par que sensibles,
saca a la luz el alma cristalizada
y le vuelve a dar vida
para rendirle homenaje atemporal.
En la memoria de sus contemporáneos,
en la hidalguía,
los méritos que se le arrogan
con el fin de eternizarlo;
en la pose, una ambición de estampa,
el ademán que ensalza sus valores
desde lo recóndito de la piedra,
las aristas ocultas,
la sinrazón y la poquedad
que a todos nos iguala.
Memoria en piedra que será irreconocible
para la próxima generación.
Una se queda extasiada, viendo esas bellas esculturas-
ResponderEliminarUn abrazo.
Las esculturas son preciosas, no me extraña que te hayan inspirado tu poema. Saludos
ResponderEliminarSiempre me ha fascinado la escultura creo que es una de las artes más completas.
ResponderEliminarQué bien has expresado ese trabajo del escultor, que trata de rendir homenaje a otro ser histórico, siendo fiel al cuerpo y al alma...Trabajo que se eterniza en el tiempo, pero que no todo el mundo sabe valorar.
ResponderEliminarMi felicitación por tus recursos expresivos y tu superación, Francisco.
Mi abrazo y mi ánimo.