El vientre se pone esponjoso
y los pechos tumefactos de lácteos:
una revolución hormonal
libra una dulce batalla en el ser
de fémina fértil.
La fina figura se desdobla
en una nueva creatura
y la belleza de la concepción
irradia el rostro de la gestante.
La integración de dos células en una,
novedosa y genuina,
con su especificidad única
e irrepetible.
En el horno ventral
un nuevo ser: una cabecita voluminosa,
dos ojos para ver,
una nariz para detectar,
dos oídos para reconocer,
una boca por la que alimentarse,
llorar y balbucear;
el tronco, las piernas, los brazos…
Y en su momento
la primera palabra: mamá.
Es la primera palabra, pero luego esa mamá que es mujer, no es tratada por la sociedad en igualdad con el hombre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es así, Emilio, una tremenda injusticia.
EliminarUn abrazo.
Un proceso con mucha magia, crear una nueva vida. Duele y descontrola, pero luego transforma positivamente en la mayoría de las mujeres.
ResponderEliminarUn abrazo.
La maternidad es lo más grandioso y divino que puede hacer una persona, y ese honor es de la mujer.
EliminarEl la palabra más bonita que existe
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, Tracy.
EliminarEse proceso que cuentas en el poema nos marca de por vida, Francisco...Estamos pendientes cada día de esas criaturitas, que llevan nuestra propia carne y seguimos así toda la vida...Ese amor incondicional
ResponderEliminarno termina...Gracias por el poema.
Mi abrazo entrañable y feliz finde, que ya está aquí.
La más grandiosas de las marcas humanas, María Jesús. Mi admiración, respeto y cariño a todas las madres.
EliminarUn tierno abrazo.