Te recuerdo, reina, que eres exclusiva
en mi monarquía de solo un súbdito.
Tú el follaje, yo el viento que acaricia
y mece las ramas en las que nos acunamos.
Tú la corola de todas las flores
y también el colmo de todos los frutos.
Tú la cosecha abundante
que colmas mis silos.
Tú la saciedad, yo el hambre
que difícilmente se satisface.
Tú el alfa y la omega, yo la tilde
que pone su acento en tu persona.
Te recuerdo, amor, que ambos existimos
porque recíprocamente nos necesitamos.
Tu reina es tu otra mitad. Hermoso poema. Un abrazo grande.
ResponderEliminarAsí es desde que éramos casi niños, Luján. Muchas gracias por tu opinión.
EliminarUn abrazo.
Algo de eso debe ser, Tracy. Muchas gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Recordatorio de cada día, porque el amor perece sin detalles.
ResponderEliminarBesos y un gran abrazo.
Reina y rey presidiendo vuestro genuino y eterno reino de amor...
ResponderEliminarMi abrazo admirado por tu amor a las letras, Francisco.