Día radiante de sol,
verano acrisolado con leve brisa
y la música del mar, banda sonora,
como ayer y como siempre,
constante, incesante, eterna.
Cada ola es una sábana fría,
con su entredós de croché
que se desvanece
alternativamente en retirada
para volver en una nueva acometida.
Sístole y diástole:
el corazón del mar es un trasiego incontable,
una agresión y su arrepentimiento,
una quietud que duda y se arrepiente
buscando el equilibrio imposible
que en raras ocasiones alcanza.
A lo lejos un plano azul
que linda con el horizonte;
en las inmediaciones de la orilla
una agitación que frena o se enfurece
en pautados intervalos,
una música que acuna y acompaña,
o que enerva y da miedo
cuando los compases son extremos.
Bellísimo poema a ese mar y a sus olas. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Charo.
EliminarUn abrazo.
El mar es de lo más hermoso que existe. Y es vital. Bendecido eres de tenerlo cerca.
ResponderEliminarAbrazos desde mi desierto.
Lo más bello es siempre lo más apreciado, querida Sara.
EliminarUn abrazo.
Esa personificación del mar, tan humana y tan divina nos llama, nos acaricia, nos abraza a todos, Francisco...Su música genuina, constante...eterna, nos recuerda que su corazón es el latido del universo, reflejo del Creador, que mantiene la vida...Muy bello e inspirador, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y feliz fin de semana.
Justo he querido reflejar eso que destacas, querida maría Jesús.
EliminarUn fuerte abrazo.
No hay cosa que me guste más, que pasear cerca del mar.
ResponderEliminarFeliz domingo de descanso.
Goza de ello a tope cada vez que tengas una oportunidad.
EliminarUn abrazo.