Entorno los ojos
y el instante previo se dilata
como masa cereal en fermento,
sobrevolando los bordes
en altura y extensión.
Lo visualizo y sigo sus evoluciones
de formas caprichosas,
para volver al estado inicial.
En lo recóndito de tales visiones
se ha dormido el tiempo,
atrapado en la cárcel de mis párpados
bajo el cerrojo de luz.
El tiempo se volatiliza en el presente
y mis ojos pasan de carcelero a reo.
Al cabo de un tiempo no medido,
tras un bostezo,
los abro de nuevo
con aroma a pretérito subrogado
que no reconozco.
Entorno de nuevo los ojos
y la vida me pasa de lago
sin dejar huella legible
en la que reconocerme.
Como dicen la vida pasa en un abrir y cerrar de ojos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Todo es un visto y no visto, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Mejor no entornar los ojos y ver directamente cómo pasa la vida con sus luces y sus sombras. Me admira la facilidad que tienes en escribir poemas a diario. Saludos
ResponderEliminarLo hago como un ejercicio mental diario, un entrenamiento. Por eso entornar los ojos y mirar hacia adentro también ayuda a ver la realidad por la que nos movemos, Charo.
EliminarUn abrazo.
Esas pausas son necesarias.
ResponderEliminarSon pausas reflexivas que para mí sí lo son, Tracy.
EliminarUn abrazo