De repente, un talud azul
que fue escalando del violeta al gris
y terminó siendo opaco.
Una pantalla, una agresión visual
que acabó siendo frontera
entre nuestras miradas.
Una esperanza que acabó licuándose
y fue arrastrada por una gradación de olas
que se despeñaron en el olvido.
Toda la noche había estado rumiando
lo imposible, hasta hacerlo verosímil;
fue como un maremágnum entre la ensoñación
y ese viento de cola que trasluce el Paraíso.
Se pasó la noche envuelta en un tormento,
muy pesada y lentamente,
entre suspiros insondables
y la huella certera que certifica el tacto.
Todo humo. Todo sombras siniestras
que fueron socavando la ilusión
y la esperanza. Alucinado.
Muy alucinado. Alucinado e incrédulo.
Sin salidas. Vencido y no convencido.
¿Tratas con tu poema de comunicar el impacto emocional de la desilusión y el hecho de tener que lidiar con el dolor y no poder alcanzar la esperanza?. No se si lo he pillado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo importante, Emilio no es tanto lo que digo como lo que interpretas. Seguramente hayan muchas interpretaciones o tantas como lectores. Yo sugiero y cada uno es libre de interpretar aquello que le sugiere.
EliminarUn abrazo.
Después de estar vencido, el nuevo amanecer es renovación de fuerza y táctica para seguir en la conquista.
ResponderEliminarUn abrazo.
La continuidad es la esperanza, Sara.
EliminarUn abrazo.
Las sombras que ahogaron la ilusión y la esperanza, traerán luz a un mañana y será el "no vencido" quien la recibirá porque todo vuelve, imposible perder la esperanza y las ilusiones. Abrazo.
ResponderEliminarEso anhelo, Luján, que no lleguemos a perder la esperanza.
EliminarUn abrazo.
Tremendo y desolador.
ResponderEliminarPues vente arriba y renovemos la esperanza, Tracy.
EliminarUn abrazo.