Manso. A veces mínimo, otras sobresaltado,
pero entrañable en todo momento,
como destilado de las entrañas del más allá,
saltando peñas y esquivando recodos.
En ocasiones brioso y juvenil
y siempre espejo del granado y el limonero,
porteador de sus hojas macilentas.
Burbujeaste en los trancos
y apacible cuando se duerme
entre brinco y brinco para luego sestear.
Un nuevo impulso, un empellón irrefrenable
y una mirada con antojo de nueva aventura
antes de caer al precipicio tras el puente.
Allí los viejos lunes de blanquear sábanas,
allí las ilusiones de alta mar,
las aventuras de corsarios y conquistadores,
los sueños embarcados en lo imposible.
En la distancia, la fascinación y el recuerdo,
las andanzas ancladas en cada recoveco
de la imaginación infantil,
y el verano con su escasa corriente,
entorchando soñados veneros
con los que alimentarlo opulentamente,
rebuscando por entre las adelfas
y las piedras desnudas.
Riachuelo de aguas claras que tu destino es la mar
ResponderEliminarjugueteas revoltoso en tu largo caminar
llevando por todo el campo aroma y naciente vida
desplegada por doquier y entre la tierra fundida...
Tengo tantos recuerdos preciosos de los ríos de mi infancia y adolescencia que les tengo auténtica pasión. Saludos
Me alegro que así sea, de este modo tenemos algunas coincidencias.
EliminarUn abrazo.
Así es el río, a veces, manso, y otras veces sobresaltado, pero cuántos recuerdos nos traen esos ríos en la infancia, cuando de niños disfrutábamos tanto de la naturaleza, y la magia se hacia latente en la piel de cada árbol.
ResponderEliminarMe parece precioso tu poema, mi querido amigo Francisco.
Un abrazo enorme.
Me alegra saber que he levantado del sueño tus recuerdos y que son coincidentes con los míos.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hermosa la naturaleza, tan necesaria. Hay tantos ríos maravillosos. Te cuento que yo vivo cerca de uno, pero no me gusta nada. De niña pasaba por el puente y me tapaba los ojos. Es que era aterrador para mí, el que tú describes es fascinante y mágico. Un abrazo.
ResponderEliminarEl que describo, Luján, es ese aprendiz de río que me permitía jugar y soñar.
EliminarUn abrazo.
Francisco, al principio del poema dices:
ResponderEliminar"Como destilado de las entrañas del más allá..." Ese río, sabio, cantarín y aventurero lleva en sus aguas el simbolismo del espíritu. Recorre pueblos y ciudades, se lleva la historia y los sueños de los hombres, nos habla y nos grita mientras pasa, que hay que vivir con ritmo y alegría, aceptando nuestro destino, camino del mar de la eternidad.
Mi felicitación por dar vida y voz a ese río, que es puro símbolo de la vida terrena y del espiritu, amigo.
Mi abrazo entrañable por tu amor a las letras.
Dejar de escribir significaría renunciar a tus ricos comentarios, esa sería la mayor pérdida. Gracias infinitas por toda tu atención al leer y por la riqueza de tanta generosidad para conmigo.
EliminarUn entrañable abrazo.
Río, origen de vida y traslado de peces multicolores, algún que otro bicho y elixir de centenarios árboles.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si el agua es el origen de la vida, si somo agua en un setenta y cinco por ciento, ¿cómo no cantar al agua y a las gestas en ella vividas? Muchas gracias, Sara. Un abrazo.
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