Tú quizás no podrás verlos;
yo sí.
Las tengo memorizadas
y las veo cada día cómo levantan
el suave y sonrosado vuelo
como una ola por encima de
las aguas
que desafían la gravedad
hasta dorar el atardecer
sobre la laguna.
Yo sí.
Se van en vuelo de reconocimiento,
pero no olvidan dónde
regresar
y encontrar abrigo y
alimento.
Es como un recreo,
como ejercicios de
estiramiento
y puesta a punto
de cada una de sus
funciones.
Dependiendo de la incidencia
del sol
sobre sus plumajes,
a veces es una majestuosa
nube palo,
otras amaranto, coral o
fucsia pálido
y todas las gamas del rosa.
Se van, pero a nada vuelven,
se mueven como por un impulso
único
que armoniza al conjunto
con la disciplina de un
coreógrafo
o director de escena.
Sobrevuelan la Dehesa
como quienes contemplan la
ingravidez
del tiempo,
la levedad de la materia sin
masa
o los dones que les han sido
otorgados.
Desde el suelo
la acrobática admiración, la
envidia
de quienes nos sentimos
superiores
sin la capacidad para
levantar
ambos pies al tiempo.
Se podría decir que hoy te has levantado muy flamenco.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Siempre hay en mí un pellizquito flamenco, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
En la Reserva Natural de Fuente Piedra, cerca de Antequera y del Torcal, en el periodo de emigración de un lado para otro, se suele ver muchos flamencos rosas, una maravilla.
ResponderEliminarSaludos
Es verdad, Emilio, pero en este caso pensaba en las vistas recientemente en La Puebla del Río, Sevilla.
EliminarUn abrazo.
Aún recuerdo la emoción que sentí cuando vi por vez primera a esas "aves rosas" y luego siempre se repite cuando me encuentro con ellos.
ResponderEliminarBuenos versos con un final grandioso. Un abrazo
Como me ha recordado Emilio, las vi por primera vez en Fuente de Fiedra, pero la concentración de ellas en las Marismas es espectacular.
EliminarMuchísimas gracias, Chelo, por tu valoración.
Un abrazo.
Son muy bonitos, y tan libres.
ResponderEliminarBesos.
Libres y bellas como todas las aves, Amapola, pero rosas y no azules como tú.
EliminarBesos.
Ni belleza, ni libertad, podríamos tener más que ellos. Una caricia a la vista.
ResponderEliminarUn abrazo desde la laguna.
Sin duda alguna una caricia para la vista y el alma, Sara.
EliminarUn abrazo.
muy bello relato, y que decir de los flamencos
ResponderEliminaral interior de la zona donde vivo, Antofagasta-Chile, en San Pedro de Atacama existe una reserva protegida, en especifico en Salar de Atacama es un hábitat de los flamencos.
saludos
Muchas gracias, Carlos, y también por la información de esa reserva en Antofagasta.
EliminarUn abrazo.
Tiene que ser im presionante ese vuelo rosado.Saludos
ResponderEliminarCréeme que lo es Charo.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco. Precioso cómo has escrito sobre estas preciosidad es. Nunca vi in situ tiene que ser bellísimo como así lo es el poema y la imagen. Qué suerte ver esas bellezas. Que las disfruten.
ResponderEliminarAbrazos
En las proximidad a la laguna existen una cabañas desde donde observarlas sin ser molestadas y es todo un espectáculo.
EliminarUn abrazo, Isa.
Bello homenaje a esas aves, que surcan el cielo, enarbolando su magia, su baile al unísono, que dice mucho de su inteligencia, su instinto y lo bien que cumplen su destino, Francisco.
ResponderEliminarMi felicitación por tu atenta observación y sensibilidad.
Mi abrazo y feliz semana que empieza.
Muchísimas gracias, María Jesús. Tú si que eres toda sensibilidad.
EliminarUn fuerte abrazo.
Que hermoso poema amigo Francisco, como esas aves hermosas- Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Sandra.
EliminarUn abrazo.