Pandemia. No ha terminado.
Ya lo sé,
pero me escapo cada vez que
puedo
y me familiarizo con los
colores
de la primavera. Todos
nuevos.
Virginales. Son como un
muestrario
de tintorero, con esa gama
variada
de tonalidades del claro al
oscuro.
Indecisión. Así llamo al que
me apresa.
Sencillez. En el pasto
humilde,
bajo la alfombra que pisan
los pies
y apenas si le prestan
atención
el resto de los sentidos.
Verde.
Hojas y pedúnculos. Tréboles
de una
o múltiples hojas para un
profano,
forraje salpimentado de
amarillo
que glosa los sentidos.
Colofón.
Junto a la mansa acequia,
como goterón de tinta en la
plana
que los ángeles rotularon
con esmero
y empeño inusitado. Lirios.
Atardece. Sombras oblicuas
que se deforman
tratando de ocupar todo el
espacio;
en el parterre, una
concentración
de delicados matices.
Bermellón.
Declive. Tiempo de regresar,
de volver sobre los pasos
dados
y reintegrase en el encierro
preceptivo,
a pesar de la vacuna.
Precaución.
Para ir al parque, le he
pedido prestado
un retazo de ilusión a mi
nieto Alejandro.
Prudencia a pesar de la vacuna. La primavera tan bien descrita por ti aún no nos pertenece, sólo unos ratitos para contemplarla. Buen finde👍
ResponderEliminarTienes mucha razón, aún no estamos libres, a pesar de estar vacunados.
EliminarUn abrazo.
Pasamos muy buenos ratos
ResponderEliminarviendo nadar a los patos.
Hasta el parque tienes un buen paseo.
Un abrazo, Paco.
Ya lo creo, Cayetano. Y va uno con espíritu de niño mucho más.
EliminarUn abrazo.
Al parque, a parte de la ilusión que le has pedido a tu nieto seguro que has ido con todos los sentidos abiertos, visto, oído, olfato e incluso el gusto, que luego después del paseo, sienta muy bien una cervecita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los sentidos de par en par son imprescindibles para toda actividad humana, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Entre las diferentes rutas que hay en mi pueblo para caminar elijo, ahora que estoy sola, la que se encuantra más cerca de casa que es un camino rural rodeado de viñedos, también se encuntran olivos, higueras,y otros árboles frutales, las orillas están alfombradas de cantidad de flores de todos los colores, me hago varios kilómetros entre ida y vuelta y es una auténtica delicia.Lo de ir sóla lo hago por precaución pues todavía hay muchos contagios y en mi pueblo seguimos con nivel 3. Saludos y a seguir cuidándonos.
ResponderEliminarEn mi próximo paseo iremos juntos, Charo: tu por eso caminos y yo imaginando que vamos de cháchara y tú explicándome cada pormenor.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco. Bello poema rodeado de Bellos coloridos. Si todos fuéramos a los lugares con suma precaución como lo haces tú, otro gallo nos cantaría. Seguro que tu nieto orgulloso del abuelo que tiene.
ResponderEliminarAbrazos
Hay que seguir siendo prudentes, Isa.
EliminarUn abrazo.
Francisco con la ilusión que te ha prestado tu nieto has sido capaz de descubrir los colores virginales, sencillos e inspiradores de hojas, tréboles, lirios y matices del parterre...Una vuelta por la curiosidad y alegría que aún guarda la inocencia de ese niño, que permanece en el tiempo.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo, Francisco.
Nada tan limpio como la mirada inocente de un niño para adentrarlos por el mundo vegetal y floral, María Jesús.
EliminarUn fuerte abrazo.
Pues da las gracias a tu nieto Alejandro porque has hecho un poema de antología.
ResponderEliminarDe tal palo , tal astilla.
¡Qué arte!
Muchísimas gracias, Tracy. Ya conoces lo del burro flautista.
EliminarUn fuerte abrazo.
Un poema delicioso, Paco. Es que los nietos inspiran mucho, pero los abuelos no se quedan atrás.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, morenaza. ¡Qué te voy a contar a ti de los nietos!
EliminarUn fuerte abrazo.
Con mucha precaución y a admirar la naturaleza y sus bellezas para llenarnos de sentires. Lindo poema amigo. Saludos.
ResponderEliminarAsí es, Sandra, la naturaleza es una enciclopedia interminable.
EliminarUn abrazo.