Allá donde el Nilo Blanco se
integra y ensambla
con el Nilo Azul, y ya una
sola agua
busca el camino hacia Egipto
con mansedumbre y grandeza,
en este enclave, Jartum,
una ciudad derramada de las
manos de Dios
con generosa juventud y
algarabía en sus calles
y la huella reciente de la
metralla fratricida
más abultada de todo el
continente.
En sus cafés, la parsimonia
de un pueblo
que engarza su jovialidad
a la ancestral genética
de sus muchas y variadas
etnias.
Como techo de la urbe y
visibles por su esbeltez,
las dos agujas minaretes que
se autoproclaman
punto de referencia;
cercano a la orilla, la
catedral de san Mateo
con su peculiar estética neo
románica
que hilvana sus pocos años a
la tradición misionera.
En sus calles, escaparates y
negocios
frutos del innegable auge
económico,
y el brillo inequívoco del
combustible fósil,
tan difícil de disimular.
Jartum, un despertar a
occidente
desde el éxtasis del pasado.
En las últimas décadas vuelven a ser noticia -por muy diferentes razones- antiguos territorios que ya lo fueron en los albores de la civilización.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Las fronteras, como la pleamar, cambian de estado con el paso del tiempo, Cayetano.
EliminarUn abrazo
Haces poesia de todo y a todo y además son buenas . Te he dicho alguna vez que te admiro.?
ResponderEliminarVuelvo a mi blog a mi pequeño rinconcito de donde nunca debí salir.
Feliz domingo . Un abrazo
Gracias, Chelo, por este subidón que me traes con tu presencia y tus palabras.
EliminarUn fuerte abrazo.
Con cuanta belleza, libre de perifollos, describes el lugar.
ResponderEliminarUn poema precioso.
Feliz semana; Francisco.
Muchas gracias, Pilar, por si no te quedó claro, nunca estuve allí, pero me gusta viajar a mi aire, sin maletas y con la imaginación. Te agradezco mucho tu valoración.
EliminarUn abrazo.