Algo de militar tenía mi
escuela
con sus filas y sus cánticos,
con su disciplina de garrote
y tente tieso
y la memoria como papagayo
fidedigno
que escupía todo lo tragado.
Sobre el encerado un
crucifijo,
y a izquierda y a derecha
aquellos dos cuadros que se
repetían en el ayuntamiento.
En el pupitre, justo en el
centro,
para que alcanzáramos ambos,
un tintero de plomo
en el que mojar tras cada
dos o tres palabras
rotuladas en las páginas de “Rubio”.
En la cartera, la Enciclopedia Álvarez
y como amenaza,
¡A la pared con los brazos en cruz!
A media mañana,
─llegados de América─
leche en polvo, mantequilla
y queso.
Como recreo, la calle
y certificando el castigo,
─si se producía─ papá y mamá;
Como a ellos los quería y no
podía odiarlos,
tampoco al maestro,
porque la letra, se decía,
con sangre entra.
Tiempos duros aquellos en los que los chicos no teníamos otras referencias que nos sirvieran de elementos de comparación. El mundo, pensábamos, debía ser así en todas partes.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Era así en todas partes, Cayetano; luego descubrimos que no, pero entonces era así en todos los lugares. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Hasta los ocho años estuve en una escuela del tipo que mencionas, la letra con sangre entra, luego, al pasar al Colegio de los Escolapios, comencé en el 62 y terminé en el 70, la cosa fue diferente, había curas que te daban cada "hostia", que no te dejaban meterte las manos en los bolsillos, en tanto que otros me enseñaron a leer a Machado y a Federico, los mismos que a principios de los 70 se salieron de la orden y se casaron.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mi escuela, Emilio, acabó en el 56, a mis 10 años. De ahí pasé al Instituto y el cambio fue brutal: descubrí el tiralíneas, la bigotera y tantas otras cosas.
EliminarUn abrazo.
A mí en el colegio un día pretendían castigarme sin ir a casa a comer, pero ahí estaba mi madre que le dijo a la directora: Con la comida no se juega""" Mi madre mi salvación y qué caramba, una sabia. Muy bonita entrada. Gracias.
ResponderEliminarManuela, me has hecho recordar aquellas lecciones de memoria y al que no se la sabía lo dejaban encerrado en clase hasta las tres de la tarde que se reanudaba la clase; si ahora la sabía le dejaba el Maestro salir a comer, de lo contrario hasta que se acababa a las 5. Gracias a ti por el comentario.
EliminarHabía orden, respeto y educación, quizá un poco extremado...Pero, ahora hemos pasado al otro extremo. Los profesores tienen miedo de que los alumnos les falten el respeto y mucho más...
ResponderEliminar¿Cómo lograr el término medio?
La clave está en la educación y los valores humanos.
Mi felicitación por tu descriptivo poema.
Mi abrazo y feliz finde, Francisco.
Los Maestros eran severos, pero tenían principio de autoridad y reconocimiento social. Por lo general, los chicos castigados no se lo decían a sus padres para no recibir ración doble.
EliminarUn fuerte abrazo.
Mi colegio fue de monjas y tanto al empezar las clases cómo al terminar se rezaba.Teníamos clases de viernes a sábado mañana y tarde hasta las 8 menos cuarto y sólo el domingo de descanso pero en verano había tres meses de vacaciones más las de Navidad y Semana Santa.....a mí eso me parecía normal a pesar de que algunas monjas eran exigentes y nos castigaban sin recreo o de pie con los brazos en cruz y de verdad que no me ha traumatizado nada.Me ha gustado el oema que me trasportado a mi época de infancia .Saludos
ResponderEliminarNo conozco a ninguna persona de la época traumatizada por la escuela. Muchas gracias, Charo, por tu comentario.
EliminarUn abrazo.
Y aprendían más... quizá el método no fuera del todo malo. Claro, si quitar ciertas cosas muy drásticas.
ResponderEliminarPasaron de allí al anarquismo y hoy encontramos profes amedrentados por sus pupilos y profesionales que no saben leer ni escribir.
Besos.
Tétrico panorama el que dibujas, querida Sara.
EliminarBesos azucarados.