La mar agitada por el viento
levantó muros como dársenas
de agua,
tempestad
que acabaría con los
mecanismos y las voluntades;
derrota incierta, visión
cegada
en la noche negra de transitar
ingobernable.
Un posible alijo, una
incierta estiva
sin documentos o se
traspapelaron
en el anuario apócrifo
de quienes custodian con meticulosidad;
un barco fantasma que
embarranca
como quien no conoce su
destino
luciendo eslora, arboladura
y quilla:
no hay navegantes, tampoco náufragos;
las huellas humanas se han
diluido para siempre
mecidas por las corrientes
marinas;
el diario de a bordo es
ahora posible juguete
en los fondos marinos
y ningún testigo, ningún
documento,
tan sólo una nave escorada y
encallada,
una matrícula y el misterio
que el pueblo hace suyo
y quedará en los anales de
la memoria.
Así nos va. A la deriva y sin timón.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Pues si, la vida muchas veces te vapulea y tienes que tener mucha fuerza para no encallar. Saludos.
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