Desde aquí, la añorada y
blanca juventud
es apenas un cúmulo vital de
ignorancia,
una barrera que delimita,
un tropel impetuoso
donde el músculo cubría las
carencias
de conocimientos y
experiencias.
Un tiempo que no ha de
volver,
pero que se nivela
por los vasos comunicantes
de una ley no escrita y
compensatoria:
donde hubo abundancia física,
reina la fragilidad;
donde la mente era algo más
que un libro
con casi todas las páginas
en blanco,
hoy hay una respuesta para
casi todo.
Ahora que me blanquea la
barba,
sólo el rebosadero de la
abundancia
pone en riesgo el retén de
la memoria
y la mesura ha suplantado
a la fogosidad que antaño
era el disparadero de lo
repentino.
Ahora que estamos de vuelta de todo y que nuestras obligaciones andan de sobra cumplidas... Ahora contemplamos lo que fuimos desde la distancia del recuerdo.
ResponderEliminarPor cierto, el nene de la foto tiene un aire familiar. Seguro que lo has elegido a propósito.
Un abrazo, Paco.
Confieso que no acepté la primera vez que leí que nos anclamos en la juventud de por vida, pero hoy día reconozco que en esa etapa clave de la vida se encuentra todo lo que hoy somos. Y claro, llenamos muchas páginas, pero se nos quedan muchas otras en blanco.
EliminarUn abrazo, Cayetano.
Todos deberíamos ser un poco niños y todo seria mejor.
ResponderEliminarNo podemos volver físicamente a la infancia, pero si nos comportásemos con la inocencia de un niño, la vida sería mucho más dulce. Muchas gracias, Trini.
EliminarUn abrazo.
Nuestra juventud es un milagro... a cualquier edad. No debemos dejar de serlo jamás. A ti, ser joven,te sale muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tienes razón, Sara, es un milagro que debemos conservar lo mejor posible.
EliminarUn abrazo.