La luz del otoño por la
ventana
inclinando la opacidad de la
tarde
sobre la mesa camilla.
Silencio.
Tan sólo el rasgar de la
pluma
sobre el pliego, arañando
recuerdos
y suturando viejas heridas,
relamiéndolas,
como úlceras irreverentes.
En el pulso, tu pálpito, el
latir de tus labios en los míos
que me ha dejado este amargo
abandono;
en la caligrafía, los rasgos
que me han contagiado
y que ahora surcan el papel
musitando rasguños en tu
piel
y una esperanza perdida que
se rebela,
una expectación que tiene
más de ilusorio
que de peso específico.
Me gusta esa metáfora de la pluma rasgando la piel mientras escribe. La pluma puede restañar heridas pero también abrirlas como un bisturí.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Estás en lo cierto, Cayetano. Con la misma herramienta que el cirujano abre, extirpa lo dañado y repara. Gracias siempre y cada día.
EliminarUn abrazo.
La pluma, vehículo de todo. Capaz de construir y destruir. La tuya siempre ha sido magico-hacedora-atrapasueños-y-escoba-de-pesares.
ResponderEliminarMás besitos de anís. Te los dejé al lado del tintero.
Un bue escrito con unas metáforas magnífcas.Saludos
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