A lo lejos, enhiesta como
una oración
que se eleva a las alturas,
que orienta y concita en
torno a sí
como un repique mudo
que es plegaria silente del
corazón,
emplaza y guía hasta su
base.
A los pies, un paseo
circular
entorno a una planicie recoleta
plantada con césped y
jalonada
por una docena de limoneros;
por entre rosales y
parterres
un entramado de callejas
que circulan en torno a los
pabellones.
En la atmósfera, algo sacro
que perdura,
lo desangelado del avanzado
otoño
y una vocación que se
empestilla
en lo docente, así como la
calle de entrada
evoca a una vieja calzada
romana.
A la entrada, una escueta
recepción
y un pequeño bar como actualización
de su ya lejano pasado místico.
Lugar adecuado para celebrar banquetes de bodas, comuniones, bautizos y divorcios.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Muy atinado, Cayetano. Por cierto, ¿los divorcios se celebran? De momento no he sido invitado a ninguno.
EliminarUn abrazo.
Hay gente "pa tó".
EliminarNo hay duda de que el pasado sigue estando presente ahí, la torre sigue clamando al cielo y...los hombres siguen celebrando la vida,olvidados del tiempo, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz finde,amigo.
María Jesús, encuentro justificación en tus comentarios para seguir escribiendo. Mil gracias por tu ingenio y amistad.
EliminarUn abrazo.