Cuando estaba lejos
y en mi soledad te añoraba
y palidecía por la falta
del pálpito de tu mano en la
mía,
te imaginaba
y una ola de rubor reparador
recorría mi cuerpo.
Enseguida mi mente
vestía de extraordinario lo
cotidiano
y hasta sentía tu firme
latido
recorriendo mi cuerpo
al compás de las últimas
palabras
que pronunciaron tus labios.
Entonces, entornando los
ojos
te contemplaba fascinado
en tu desbordante hermosura,
en tu lujuriante juventud y
belleza,
en tu exquisita forma de
mirarme,
en la luz embriagadora de tus
ojos;
desde entonces,
nunca más he vuelto a
sentirme solo.
No hay mejor compañía que un buen recuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Y la de un amigo fiel, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Tan delicado como tu personalidad,maravilloso!
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Lucía Angélica.
EliminarUn fuerte y cariñoso abrazo.
Exquisitez de poema.
ResponderEliminarA ambrosía me saben tus palabras, Musa. Mil gracias.
EliminarUn abrazo.