29 mayo 2011
COSMOGONÍA DEL GURRIÓN Y LA ROSA
Me perdonarán que les traiga un nuevo escrito de mi hijo Carlos: otras de sus amigas le anuncia que va a ser madre y él la saluda con este cuento creador y creativo.
El joven aprendiz de astrónomo miraba por su telescopio al cielo estrellado. Esta noche centraba su mirada en una determinada zona del firmamento. Confundido, preguntó a su sabio mentor.
- Maestro, ¿Cómo se llama esa constelación situada allí, entre el Centauro y Scorpius?
- A ver, déjame que mire por el telescopio… ¡Ah sí!, esa de ahí… Dos estrellas brillantes una junto a otra… Se trata sin duda de El Gurrión y La Rosa.
- ¿PERDONA? Es la primera vez que la oigo nombrar, Maestro.
- Bueno, bueno, Aprendiz. Vas muy deprisa ¿No creerías que podrías conocer los secretos del firmamento en tan poco tiempo, no? Muchas vidas de hombres han pasado para que podamos atesorar el saber que hoy guardamos en nuestra biblioteca. Esa constelación tiene una historia curiosa, creo recordar…
- ¡Cuéntame algo más Maestro, por favor!
- Está bien, está bien, déjame que busque en los Anales de Arda…
El Maestro extrajo de una de las estanterias un polvoriento libro viejo encuadernado en piel roja, sopló para quitarle la capa de polvo, que se esparció por la estancia en una nube, y puso el gran libro sobre el atril. Pasó las crujientes páginas de pergamino con sumo cuidado, hasta que pareció encontrar lo que buscaba.
- Aquí, aquí está. Escucha y aprende, puesto que has mostrado interés.
“Como ya sabes, ésta, igual que todas las historias, empieza en El Comienzo.
En el Comienzo era Eru, el Único, también llamado Ilúvatar. Eru creó a los Valar como manifestaciones de su pensamiento, distintos aspectos del Todo, complementarios. Así nacieron Manwë, Ulmo, Aulë el Hacedor, y Oromë el Jinete, y Mandos, todos Señores de los Valar, incluso aquel al que ya nadie nombra. Y también las Reinas, Estë, Nienna, Yavanna, Vairë, y sobre todas en nuestras oraciones Varda, la Dama de las Estrellas, a quién nosotros, desde nuestros primeros antepasados, llamamos Elbereth.
Los Valar, para complacer a Eru, cantaron para él. Sus voces eran bellas y poderosas, pero Ilúvatar pensó que faltaba algo. Y los puso a cantar todos juntos, en la Gran Música. En esa música todos los Valar volcaron toda su pasión, su energía y su saber. Al poco de empezar se consiguió la Armonía que estaba buscando Eru, y entonces el canto se elevó, reverberó, se hizo rico en matices gracias a la aportación de todos y cada uno, y se hizo la Luz en la Oscuridad.
Cuando la Gran Música estaba por finalizar, el mismo Eru entonó un canto profundo y vibrante, y sobre la Luz infundió el Fuego Secreto, de modo que insufló vida a los pensamientos de los Valar, y con el final de la Gran Música se creó Arda, El Mundo.
Todo esto se cuenta, como ya sabes, en la Ainulindalë, la música de los Ainur, que es como también se conoce a los Valar en las Tierras Imperecederas.”
- Maestro, estoy un poco perdido.
- ¿Perdido? Sí, eso daría para otra larga conversación… Pero sigamos.
“Bien, cada uno de los Valar creó con su música alguno de los elementos del Mundo. Y la Dama Elbereth creó las estrellas, que iluminan nuestra noche. Un regalo de Elbereth para que siempre quede un poco de luz en la oscuridad.
Las estrellas del universo son casi incontables. Algunos sostienen que Elbereth creó una estrella para cada mujer y hombre que habría de morar la tierra. Están emparentadas con los hombres, y allí va nuestra alma cuando pasamos a la Otra Orilla, para brillar en el mundo por siempre. Con la canción de la Gran Música de los Ainur, las estrellas comenzaron a bailar y girar en torno a Arda.
Todas las estrellas que hay sobre el cielo de Arda brillan con su propia luz, cada una con sus propios matices. Y de entre todas ellas, esas dos tienen un brillo especial.
El Gurrión es una estrella que destila constantemente rayos de inspiración y genialidad. Imprevisible, su luz siempre sorprende y maravilla. Nadie podría aburrirse bajo su luz. El Arquitecto, lo llaman algunos, siempre engendrando formas nuevas.
De todas las estrellas que comenzaron a moverse a los acordes de la Gran Música, sin duda La Rosa es una de las que mejor transmite la Armonía. La cadencia de su movimiento es musical. Su luz es extremadamente cálida, cuando la contemples creerás que no existe nada más bello en el Cielo.
Como dije, al terminar la Gran Música, Eru insufló la Vida por medio del Fuego Secreto. Los pensamientos de los Valar se hicieron luz y ésta materia, y se creó el Mundo. Y con él el sueño de Elbereth, las estrellas, que están en constante baile por el firmamento. Pues es en ese Gran Baile en el que El Gurrión y La Rosa se encontraron y enlazaron sus órbitas, para bailar el uno alrededor del otro. Brillando cada astro con su luz, juntos, sin eclipsarse pero sin separarse. Ese sería sin duda el destino que Eru había entrelazado para ellos en La Gran Música.”
- Y ahora que conoces la historia del Gurrión y La Rosa, vuelve a mirar con el telescopio y fíjate bien.
- ¡¡ Maestro, hay una Estrella Enana junto a La Rosa !!
- Precisamente. Esa es la Gran Magia del Baile de las Estrellas. La alianza de estrellas, la Galaxia, genera nuevos astros celestes.
De la creatividad del Gurrión y la fecunda luz de la Rosa un nuevo astro se ha alumbrado en el firmamento de Arda. ¿Qué grandes maravillas no cabe esperar de esa pequeña estrella con semejantes antecedentes?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Preciosa narración, estarán además de ilusionados Rosa y Alberto muy contentos por lo que está por venir y por el gran detalle de su amigo Carlos.
ResponderEliminarSi pasas por mi blog veras la entrada de hoy, un tema algo común el de hoy, ¿casualidades o paradojas de la vida?
Un abrazo y feliz semana.
Bonito cuento. Ya sé de dónde le viene al vástago la capacidad imaginativa para relatar y fabular.
ResponderEliminarUn saludo a la madre y al hijo. De tal palo...
Muy buen relato; de casta le viene al galgo. Feliz domingo, Francisco.
ResponderEliminar