Hacía meses que vivía en la ciudad, pero eran muchas las cosas que todavía desconocía. Era joven y gozaba de buena memoria, por lo que la cadencia de las estaciones de metro las conocía al dedillo, aunque todas las estaciones eran igual de anodinas, salvo las de la línea 6 que estaban más profundas y hasta contaban con escaleras mecánicas. Decían que era debido a tener que cruzar el río por debajo. Pronto se dio cuenta que el metro era la forma más rápida para trasladarse, pero la menos propicia para conocer Madrid. Todavía circulaban algunos tranvías; todavía circulaban algunos carros tirados por mulas y algunos triciclos de reparto cuyo trabajo se le antojaba muy esforzado.
Vivía de patrona; todavía no tenía amistades, pero había sabido que el Estanque del Retiro era un lugar de esparcimiento y encuentro. Se bajó en la estación del mismo nombre, pero salió a la acera de los impares, casi a la puerta de la iglesia de San Manuel y San Benito en la calle de Alcalá; volvió por el pasillo del metro y encontró la salida a la otra acera, justamente pegando a la verja del Retiro. Entró al parque por la puerta de la plaza de la Independencia; allí se topó con un fotógrafo de aquellos con trípode de madera y foto al minuto que le inmortalizó con cara de cateto y las arcadas de la Puerta de Alcalá como fondo.
Una suave pendiente, jalonada de setos bien recortados y árboles frondosos, le llevaron directamente al lugar más concurrido del parque. El joven ya conocía el mar, pero aquel pequeño lago artificial le pareció lo más encantador que había conocido en medio de tanto bosque urbano. En los aledaños, unos buscavidas sorteaban objetos que rifaban por medio de una baraja. Más allá, un grupito de pintores, con sus atriles desplegados, bosquejaba sus lienzos queriendo inmortalizar las estampas familiares, las estatuas del recinto o los escorzos de los árboles de sus ascensiones ramificadas. Tras observar un poco, se dio cuenta que podía alquilar una embarcación y remar plácidamente por entre los patos y las barcas. Tomó una de ellas, tras guardar la pertinente cola y remó con el vigor de quien ya lo había hecho en las agitadas aguas del mar. Se sintió una mancha cromática más del paisaje, tal como lo había visto poco antes en la media docena de pintores. Observó a los otros remeros y eran padres que paseaban a sus hijos con mimo y esmero o parejitas de enamorados que estaban más por mirarse a los ojos y cruzarse decires o guiños silentes que por el deporte; aquella situación le hizo sentir profundamente solo, hizo una leve parada y finalmente resolvió devolver la barca antes del límite de tiempo y llevarse su soledad a otro espacio menos concurrido.
Lo de los tranvías de Madrid yo también lo he conocido. Me vine a vivir aquí con tres años de edad. ¡Qué tiempos!
ResponderEliminarUn saludo.
Ay ese parque del Retiro, ese estanque y esa majestuosa estatua de Martínez Campos a caballo. Te remontas a tiempos pasados que no conocí. Feliz fin de semana, Francisco.
ResponderEliminarComo siempre, todo tiempo pasado fue mejor.
ResponderEliminarSaludos, Ángel
El pudor. llevarse su soledad a otro lugar menos concurrido... fíjate qué figura has dibujado, yo hasta me la he imaginado, vamos que he visto esa soledad!
ResponderEliminarMuy bien por este texto madrileño! La semana que viene, que estaré paseando por El Retiro, entre la Rosaleda y la Feria del Libro, me acordaré de ti!
Un abrazo!
;)
Madrid fue mi destino de viaje de fin de curso en 8º de EGB y me encantó.
ResponderEliminarBonitos recuerdos Francisco.
Un abrazo.
Hermoso recuerdos los que nos traes hoy.
ResponderEliminarSaludos
Quién hubiera conocido esos tiempos aún no tan mecanizados, donde todo parecía natural y auténtico. Hoy vivimos en un mundo falsificado y casi virtual.
ResponderEliminarFeliz fin de semana
bisous
La soledad si la sabes disfrutar y vivir, nunca es soledad.
ResponderEliminarAunque quien no desea una buena compañía, entendiéndose al unisono cogidos de la mano o simplemente a través de sus miradas. Mientras eso no llega siempre es bueno disfrutar de lo que se tiene, con sabiduría, paz y mucho amor por uno mismo y por los demás.
Un abrazo Francisco buen relato que da ver la soledad en la que muchas personas están inmersas sin saberla disfrutar y saborearla plácidamente. Hay que fijarse en lo que uno tiene y no en lo que no se tiene, nos ofrece posibilidades maravillosas.
Bello paseo en el estanque..
ResponderEliminarEse maravilloso Retiro es uno de mis paseos favoritos. Es verdad que allí la soledad se siente más, entre árboles y estanques hace más falta la compañía para poder soñar que se está en el Edén.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tienes el maravilloso arte de descrbir los paisajes con lujo de detalles; lo compruebo en este tu post, porque cuando estuve en Madrid, hice el recorrido en El Retiro, disfrutando de sus parques y paisajes y a medida que leía tu escrito, me sentía más y más inmersa en la belleza que mencionas. Todo menos en la soledad porque a Dios gracias tenía la compañía de mi esposo. Hoy he paseado en El Retiro, guiada por tí.
ResponderEliminarGracias y un beso: Juliana