Una pausa que se prolonga en sí misma
por el eco a vacío que se hace presencia;
el vano entre dos notas musicales,
la pausa que permite respirar
y también leer en el pentagrama
el hilo que hilvana la melodía;
la confirmación de que acaba el estruendo,
el paso del bullicio callejero y festivo
a la intimidad reflexiva que lleva a la luz.
La muerte nunca es bien aceptada,
salvo para los débiles vengativos
que no conocen otro medio
para acabar con el adversario.
El amor calla, pero nunca es para siempre
y alzará el vuelo remontando lo perdido.
Tan solo un silencio transitorio, ceremonioso,
liturgia que anida en el corazón,
un descanso antes del redoble definitivo,
cuando la vida venza a la muerte
y seamos colmados de la esperanza
que jamás nos podrán arrebatar.
Un silencio de oscuridad...que nos conducirá a la luz de la Resurrección, Francisco...!!
ResponderEliminarMi abrazo y mi ánimo.
¡Qué bien me lees, María Jesús, qué suerte la mía!
EliminarUn cariñoso abrazo.