Y tras la agitación, llegó la calma.
Un perro ladra preguntas a la noche
y el viento responde con una ráfaga
anodina como acertijo fallido.
El silencio es ahora más profundo,
tan solo mi pensamiento
le da la réplica y acaba
por convencerme a mi mismo.
Un latido en mi garganta
se hace cómplice y asume
el tránsito de la vida
sin hacer aspavientos.
En los momentos de reposo,
las constantes orgánicas siguen de guardia
y es consciente
de como la vida se aletarga
sin dejar de cumplir
cada una de sus funciones vitales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario