Es la hora de la concurrencia,
el teléfono, con su afonía, guarda silencio,
la mesa se ha acomodado
a comensal único
y nunca llega la sorpresa;
la tele, puro plomo en sus anuncios,
va por libre y habla de todo
y de nada de lo que me interesa;
como los visillos, oculta otras realidades.
Lo bueno es que tampoco ella
espera de mí respuesta alguna
y acaba siendo el eco de los montes.
Otra vez es de noche
y no ha pasado nada.
Las horas en blanco no cuentan
o son de muy escaso valor.
El día es fugaz, pero la noche es infinita
como una caída al vacío.
Cenar sin hambre es como amar sin pasión,
o aún peor, manipularlo en soledad.
En el patio quedan los ecos de la tarde
y la memoria de un compartir obsoleto
que no ha de volver a tomar carta de naturaleza.
En mi mente una idea machacona:
que por mí no quede.
el sentimiento de nostalgia y pena de un pasado mejor se transmite en las letras...
ResponderEliminarsaludos
Usamos los años como atalaya para inspeccionar al pasado, pero se nos olvida dar el valor inmenso de haber llegado al presente de hoy, ese futuro que nunca está asegurado.
EliminarUn abrazo.
Mala compañía es la soledad aunque la verdad sea dicha es muy fiel pues no suele separarse nunca de nuestro lado. Saludos
ResponderEliminarEs posible que en algunos momentos nos lleve la soledad a la exageración, pero resulta imprescindible para razonar, Charo.
EliminarUn abrazo.
triste pero maravillosa.
ResponderEliminarTriste si no es buscada. Creo que la vida feliz necesidad tanto de agua como de sed para un feliz encuentro.
EliminarUn abrazo.
Hay días y días, Francisco...Todo evoluciona, todo cambia, ni nosotros somos los mismos de un día para otro...La vida nos va moldeando paso a paso...Gracias por compartir tus vivencias y sentimientos, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo y mi ánimo, amigo poeta.
Pienso que sí somos los mismos, María Jesús, que un momento de reflexión no hace daño a nadie, y tú lo sabes muy bien.
EliminarUn abrazo.