No. No es el tiempo lo que mato
cuando me pongo a escribir,
sino que doy actividad a mis neuronas.
Pasada la tarde solo esperan las sombras,
la oscuridad entre lo soñado
y lo vivido es como mancha de aceite
que se expande pringando
y lo hace cada vez más indescifrable.
Cada palabra es una hallazgo,
una tesela que encaja
como blonda de encaje
que se engarza a la siguiente
y dibuja el itinerario del pensamiento.
Esta mañana, a mitad de camino,
he vuelto a vislumbrar la senda
que lleva a la Atlántida,
a la espesa aventura sin fin
donde renacen los sueños arcaicos
que no llegaron a ejecutarse
y esperan turno en la ruleta de lo imperecedero.
En el pórtico, una galería de guirnaldas,
junto a la fuente de la eterna juventud,
allí donde soñar es el placebo.
No. No es el tiempo lo que mato
cuando me pongo a escribir,
es la impaciencia por hacer realidad
ese Edén
donde la vida germina cada amanecer
por días sin término.
Te leo por segunda vez, que paz Dan tus poesias
ResponderEliminarMe alegro enormemente. Muchas gracias.
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