Cierro los ojos y veo pasar a la inversa
las hojas del viejo calendario:
Ojén de blanca cal con azulete,
blancor inmaculado
y verillas pronunciadas y pulcras.
En el pollete, una pareja hace proyectos
o quizás cuentan las estrellas.
¡Qué difícil es penetrar el alma
de una pareja joven que se mira con pasión!
El cielo luce azul, sin mácula,
y el sol anuncia con un guiño
que está pronto a ocultarse
tras los picos, por encima del Pechillo.
En el bar del Portero se desgañita
el altavoz por fandangos o malagueña,
y los Chorros lloran de incesante emoción,
en connivencia con los parroquianos.
¡Qué extraño es saberse vivo
entre esa larga nómina de ojenetos
que ya solo son memoria!
La Alberca es un recuerdo,
las acequias son un recuerdo;
los molinos son muelas de museo,
el cine es un onírico recuerdo,
el Tiesto es un amado recuerdo…
Amanece y la Generala pasa en silencio,
en el horno vuelve a arder la retama
y por las calles alguien vocea:
¡Hinojos, huevos, espárragos trigueros!
El tiempo es un incendio voraz
y la memoria, apenas una esquela,
un guiño con los ojos cerrados.
Francisco, somos recuerdo y tiempo y los llevamos con nosotros adonde quiera que vamos...El recuerdo y el tiempo irán contigo a otra dimensión, cuando seas pura energía para hacerse eternos, amigo...Precioso y emotivo tu poema, que hago mío.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y mi ánimo siempre.
Acéptalo, María Jesús, firmémoslo ambos, tu mano y la mía.
EliminarUn afectuoso abrazo.