En el primer instante un profundo silencio.
No respira. No se mueve.
Quietud plena.
A los repentinos gimoteos,
una orden sena.
¡Todavía no!
Como con una caricia,
le entornó los ojos
con su tibia mano de seda.
La boca abierta, antes
la escotilla que buscaba aire,
se había quedado inerme.
Un pañuelo bajo la barbilla,
anudado por el cráneo,
sellaba el silencio para siempre.
Ahora.
Ya es el momento de llamar
a los servicios fúnebres.
La póliza está junto al teléfono.
¡Ya podemos llorar!
Y no me digas que la poliza es de Santa Lucia.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Cualquiera sabe, Emilio!
EliminarUn abrazo.
Triste final; es la muerte que nos dice "presente" para que podamos enfrentarla, aunque, en mi caso, no aceptarla. Un abrazo.
ResponderEliminarPor lo general le negamos la palabra y la hospitalidad, pero llega. Ella cuenta con sus certezas.
EliminarUn abrazo.
Es el final, que a cada uno nos espera. Tarde o temprano todos tenemos que pasar por eso.
ResponderEliminarFeliz domingo. Un abrazo.
Muchas gracias por tu mirada y tu reflexión.
EliminarUn abrazo.
Qué frio y material es ese último momento...cuando falta el sentimiento y la fé...Ello nos humaniza, nos conforma y alienta.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz finde, amigo.
Muchas gracias por tus palabras, María Jesús.
EliminarUn abrazo.
Qué frialdad! ¿En qué estarías pensando?
ResponderEliminarNo pensaba, Tracy, rememoraba.
EliminarUn abrazo.