Se acercó a mi como un río jovial
que merodea el meandro en su discurrir
y trata de hacer fértil lo improductivo.
En la luz de su radiante espejo
llevaba una sonrisa desabrochada
y la turgencia de unos veinte años,
-talle arriba y talle abajo-
marcando la silueta de su jovialidad
con generosa y alegres curvaturas.
Un breve saludo de cortesía,
para de inmediato ofrecerse a sí misma,
supongo que en mismos y carantoñas.
¿No ves que soy un anciano?
No le importaba. Se resistía a fracasar
y redobló su insistencia cuanto pudo,
para finalmente cruzarse de acera
e intentarlo con otro, dotado de bastón
y un caminar tan torpe como el mío.
Dicen que somos los pensionistas los que podemos permitirnos ciertos "lujos", será por eso.
ResponderEliminarSaludos
O que podemos ofrecer menos resistencia en una situación de riesgo. No lo sé, pero me dio mucha pena de la situación de esa criatura.
EliminarUn abrazo.
Que pena, que el único recurso que tenga, para conseguir dinero, es seducir a unos viejos pensionistas.
ResponderEliminarUn abrazo.
No conozco ese mundo, pero parece ser que son muchas las mujeres manejadas por mafias.
EliminarUn abrazo.
Muchas de estas peticiones que también las tenemos las viudas hay que rechazarlas porque nuestra moral y creencias nos lo aconsejan y además siempre está esa desconfianza de un posible engaño. Saludos
ResponderEliminarCharo, el amor no tiene sustitutivos.
EliminarUn abrazo.
¡No me lo puedo creer!
ResponderEliminar¿dónde está mi comentario?
Últimamente está fallando mucho este sistema. No importa.
EliminarUn abrazo