Me gustan los pronombres
porque son como el puntero
con el que se señalan los
puntos cardinales,
los mares, los ríos, la
meseta
o el pico más alto de la
cordillera
sin mencionar su nombre.
Además son como pegamento
porque aglutinan y no
segregan:
éste, ésa, aquella, éstos…
y muy especialmente me puedes,
tú.
Los pronombres son un
medio,
el más eficaz, para no
hacer
acepción de persona:
él, ella, ellos, nosotros
todos…
No reniego a ponerle
nombre
a cada persona o cosa;
jamás renunciaría a llamar
azahar
a ese delicado aroma, de
blancor níveo,
que blanquea los cítricos
en primavera,
pero si tengo que elegir
entre la multitud de copos
blancos,
¿no sería mejor decir
vosotros
saturáis mis pituitarias?
Por eso mismo me gusta
hacerte mía,
ser por siempre tuyo
y tutear en tus labios
este ímpetu,
este ardor mío, esta
pasión nuestra.
¿No queda demasiado impersonal?
ResponderEliminarUn abrazo.
Ese es el juego, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Los pronombres al servicio de un corazón amoroso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Sara, muchísimas gracias.
EliminarUn abrazo.
Todo un homenaje a nuestra lengua,que sabe emplear muy bien sus pronombres, Francisco... Tan bien como tú los utilizas para expresar el amor.
ResponderEliminarMi felicitación por tu constante y genuina inspiración.
Mi abrazo y feliz mes de noviembre, amigo.
No podían faltar, ante esta lección gramatical, tu toque de romanticismo que tanto me gusta.Saludos
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