Nació como nace un
manantial,
en las primeras y
titubeantes burbujas…
Tú naciste en mi proximidad,
de una mirada sorpresiva y
única
que daba testimonio de tu presencia.
Esa fue tu nacencia, o la
mía, la de ambos,
el comienzo de nuestra
existencia;
el resto es todo
consecuencia
de aquel improvisado
momento,
con un antes sin importancia
y un después entrelazados
hacia la unidad.
Te miré como se mira en
dirección
a un ruido desconocido, a
una presencia
con la que no contaba.
Fuiste un rayo,
un fogonazo de luz sin
estruendo
que iluminó mi vida. Y me
dije:
este, este es mi para
siempre.
Se fue de mí lo anodino de
por vida;
desde entonces, la luz del
sol
pasó al trascoro de mi existencia,
mientras tú
escribías mis días con
letra bastardilla.
Naciste como nace un tesoro,
cuando te descubrí en lo
cotidiano
y nos revestimos de fiesta
para siempre.
Como siempre es un placer leerte. Aunque no deje comentarios, si que te leo . Un abrazo Francisco
ResponderEliminarUn bello poema y siendo de amor más bello todavía.Saludos
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