Fotografía de Paco Reinaldo
¡Oh mar, la mar, mi mar!
la que de cerca o en la
distancia
observo con todo esmero,
aun con los ojos cerrados
eres la música salada de
mis días.
Cada ola, tus labios
salados
que me buscan en la arena
para sellarme tu amor,
ante un coro de gaviotas
que jalean el encuentro.
En la cima esbelta
de un firmamento infinito,
más allá de las nubes,
de la luna y las
estrellas,
la nacencia de esta
vocación.
En mis labios, un
piropo,
una endecha de amor
con la que encadenarme
al arrullo de tu voz
que clama y me llama.
En mi corazón, un
incendio,
el fuego fatuo que no se
apaga,
a pesar de la distancia,
y que tu indeleble memoria
acurruca de amor en
añoranza.
La culpa la tiene el otoño que nos provoca, añoranza, nostalgia, morriña, melancolía ...
ResponderEliminarUn abrazo.
Imposible sería no añorar todo eso, tan sensible y personal, en la vivencia con el mar, la mar, tu mar.
ResponderEliminarUn abrazo.