El campo tiene bellezas inagotables
de repuesto
como la lluvia tiene la
escampada por sosiego.
En invierno, la naranja pone
color
a la mañana nublada y fría,
como arrepentida de haber
amanecido;
en el cerro, el almendro
luce su armiño
como quien presume de
realeza
y la castaña es ya un
recuerdo
o potaje extraordinario en
manos de la abuela.
Echo en falta al ciruelo y
al durazno
por el calorcito que su
estación comporta,
pero el calendario es
circular como el trompo
y ha de llegar el día de
volver a hacer
un canastillo con hojas de
higuera
y recolectar moras en las
divisorias de los caminos;
también se ausenta la
golondrina
y siempre encuentra el
camino de vuelta;
así son los días, unos
agitados y otros ensoñados;
salvo el abuelo, que cada
día está
más mayor, más torpe y
ensimismado.
Me quedo con la primera estrofa, dice:"El campo tiene bellezas inagotables de repuesto" y amplio, si se cuida, en cuanto a las tres últimas, que quieres que te diga que no sepamos los dos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encanta tu comentario, Emilio, es un sentimiento que comparto.
EliminarUn abrazo.
El campo siempre tiene su regalo para cada estación del año.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Un regalo que se suma a las vivencia de un niño y las atesora para siempre.
EliminarUn abrazo.