Eran las siete de la tarde,
todavía
faltaban varias horas para
la apertura
y un gran silencio se vio
interrumpido
por la aguda y nostálgica
melodía
de un clarinete. La osada
intérprete
era una joven bajita y
agraciada,
sin dudas poco versada en
copas nocturnas,
aunque la música le salía
del alma
como un quebranto meditado.
Tras un largo minuto en
solitario,
la batería comenzó a subrayar
sus agudos
con sugerentes redobles.
Así, tras otro
Indeterminado espacio de
tiempo,
se sumó al diálogo un saxo
con verdadero deseo de conversar
y convencer. En el ambiente,
fuego,
pasión incontenible que se
traducía
en notas musicales. De
repente,
ella para con gesto
ostensible de enfado
y pronuncia un rotundo ¡No!
Los otros músicos aprueban
el rechazo
y de inmediato retoman el
ensayo.
Y mil veces más. Hay que ensayar hasta que todo encaje y los músicos ni se adelanten ni se atrasen. Ir a tiempo, como dicen en este mundillo. Casi siempre señalan al batería como causante del lío, porque va marcando el ritmo como un metrónomo.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
El tiempo, el compás, es el nudo gordiano de la música. Gracias, Cayetano, por tu presencia.
EliminarUn abrazo.