Mi habitación es un
poliedro:
cuatro paredes en tres vanos
y un acristalado balcón
que se asoma curioso al
patio interior,
donde las plantas evocan al
parque
y le mienten a los sentidos
creando un universo ficticio
en la memoria.
Líneas rectas, sencillez y
nada artificioso;
lo sucinto, lo
imprescindible y austero
para el descanso.
Desde el techo, se derrama
sobre la cama
un sol eléctrico, en la
mesita de noche
un e-book predispuesto para el sombrío insomnio
y un radio-reloj con el que
salir al exterior
y tomarle el pulso a la
vida.
En mi cuerpo, la constante
llamada
al descanso; en mi ánimo,
huir del encierro
mientras pueda quedar en
libertad
y en la memoria una suerte
de personas tan interesantes
como para apetecer una y
otra vez el encuentro.
No es bueno quedarse encerrado en una habitación y sólo desear descanso, hay que hacerle caso a ese ánimo que nos llama a la huida del encierro.Saludos
ResponderEliminarPor supuesto que no, Charo. La vida no está tampoco en encerrarnos en nosotros mismos sino en todo y en todos los que nos rodean.
EliminarUn abrazo.