La
ciudad no conoce los nombres
de
sus sombras.
FRANCISCO CARRASCAL
La
ciudad, lona del circo
bajo
cuyo amparo deambulan
hijos
y turistas,
feriantes,
contorsionistas,
fieras
y payasos,
no
conoce el sonido de tus pasos de sombras
ni
los delirios de tu corazón
arracimados
de amor
y
desbocados de ensueños por pasear.
En
la multitud, una sombra más,
un
ser singular que se diluye entre el gentío
de
propios y foráneos;
pero
en la corriente sanguínea de mi cuerpo
una
descarga eléctrica,
un
ión afilado,
la
pasión que se entrega y muere dándose
para
de nuevo renacer.
Los enamorados son como los insectos que pululan en torno a los setos del parque mientras el resto de la humanidad sigue su curso, con su rutina diaria. Ellos creen, en la grandeza de su arrebato amoroso, que están solos y que son lo único que importa.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Cuando el amor mira, Cayetano, no ve en panorámica, sino que focaliza en el ser amado.
EliminarUn abrazo.
Entre las sombras, siempre hay una que reconocemos, además de la nuestra. Precioso poema. Y precioso pensamiento de Carrascal.
ResponderEliminarPrecioso tu comentario, Angalu. Muchas gracias por venir hasta aquí y dejar tu huella.
EliminarUn abrazo.
Lo tuyo son palabras y sentimientos al unísono. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Manuela, por decirlo tan atinado como bonito.
EliminarUn abrazo.
Entre la multitud de sombras sin nombre, danza el amor, moviendo la vida e impulsando el latido...Muy bello e inspirador, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz semana, amigo.
Ya sabes, María Jesús, como el amor es el motor que todo lo mueve y contorsiona al espíritu.
EliminarUn abrazo.
Me quedo con esa "pasión que se entrega y muere para renacer de nuevo".Saludos
ResponderEliminarQuédate con el total, Charo, así lo he diseñado para que tú lo disfrutes.
EliminarUn abrazo.