A lo lejos, superpuesta
sobre los tejados
y por encima de todas las
torres
y de las espadañas,
sobrepasando a la mismísima
torre catedral,
una aguja metálica, un
cilindro bermejo
que se eleva como oración
profana
sobre los tejados de
Sevilla.
En los días de niebla,
cuando la esponjosidad
asciende desde el río,
un tronco segado con
difumino
que achata la mole
y la empequeñece
humanizándola
como milagro desvelado.
Años de controversia:
achatada quedó la espada
enhiesta
del Alamillo, con sus
tirantes tensos,
y los bajitos quedamos
consolados
viendo que las alturas son
relativas.
No me gusta ver la Giralda con esa construcción moderna quitándole protagonismo. Cuestión de estética, enfoque o perspectiva, porque, desde un punto de vista de la historia de la ciudad, los dos elementos pueden coexistir. Eso sí, a distancia.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Como siempre sucede, nos iremos acostumbrando, pero a mí me parece un atentado a la estética de las alturas.
EliminarUn abrazo.
Está claro, en este país se ha planteado por parte de arquitectos y urbanistas el ver quien la tiene más larga. No es ni Sevilla ni tampoco es en España donde falte suelo para construir en superficie, parece que queremos vivir apiñados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tal como lo explicas, Emilio, no he tenido más remedio que reirme y nada disimuladamente.
EliminarUn abrazo.
No hace mucho tiempo la divisé cuando viajaba hasta Islantilla, pasando por la ciudad de Sevilla. siempre es más cautivadora la vista de la Giralda `por muy alta que sea esa torre.
ResponderEliminarBesos
No sabía que existiera esta torre en Sevilla que por cierto no me ha gustado nada y creo que no le va nada a esa hermosa ciudad. Nunca me gustaron los edificios tan altos y si de mí dependiera no se construirían edificios de viviendas u oficinas mayores de tres pisos que para mi gusto es la altura ideal......para gustos están los colores.Saludos cordiales
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