En
esta ciudad del bajo Guadalquivir, el nivel freático es presencia a la
distancia que un niño ahonda un hoyo con sus manitas, en tanto juega. Mientras
la fiesta en la Alameda y el tráfico rodado exasperan al más templado de los
hombres serenos; por eso subir a la azotea es vivir en la vecindad del mismo
cielo. Tejados, monteras y otras azoteas ondean al viento abanderadas sábanas que se agitan saludándote sin
distinción entre casas, calles ni abolengos. El cielo está azul, pero una masa
de algodones inmaculados se persiguen una tras otra como quien corre un tul
blanco entre el poniente y el nordeste, usando el mismo pasillo que ha abierto
la brisa. Espadañas que se asoman a curiosear el repique te las campanas
vecinas, conventos y parroquias en competencia, tañen la llamada de las horas.
A ras de suelo, el tráfico subraya el caos que en la azotea se ha convertido en
paz. A media distancia la Torre de los Perdigones y a mis espaldas la de Don
Fadrique, y un batir de alas de vencejos con sus gorjeos característicos. Hacia
el norte, el Puente del Alamillo con su tirante enhiesto y enseñoreado y, hacia
el sur, siguiendo el discurrir del río, la Torre Pelli con sus muchos metros de
redondez y orgullo reciente. Al sureste, el señorío barroco de Sevilla rematado
en Giradillo. En la azotea, el panorama es como un pinar de cemento y ladrillos,
un lugar donde respirar y una perspectiva desde la que todo está más cerca de
lo divino que de lo humano.
Mi azotea mira a Sierra Nevada, hoy podemos divisar las primeras nieves que ya han caído.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esa es una mirada al paraíso.
EliminarUn abrazo.
A mi vuelta encuentro como, igual que antes, tus palabras son capaces de transformar cualquier realidad en un sueño precioso.
ResponderEliminarGracias Francisco.
Mil gracias, Añil, por tu regreso y por tu manera de leer.
EliminarBesos.
Gratos recuerdos me traes. Juegos de la infancia en la azotea de la casa de los abuelos en la calle Sierpes. Un caballo de cartón y una tortuga, casi de la edad de mis progenitores, que siempre se escondía.
ResponderEliminarUn saludo.
Confieso que el texto ha salido por el deseo de subir a la azotea, pero no estoy subiendo últimamente.
EliminarUn abrazo.
Al leerte, siento la brisa en mi cara y esa paz que reina en tu azotea...conozco poco de Sevilla y ya quedé prendada, tu haces que me enamore.
ResponderEliminarBesos
Ese enamoramiento es el mejor cumplido que puedes tener hacia mi.
EliminarBesos
En Granada, a las azoteas se les llamaba antes torres, quizá porque en las casas antiguas tenían esa forma. En mi casa actual le llamamos simplemente terraza y desde ella se ve Sierra Nevada, pero con un bosque de antenas y cables delante.
ResponderEliminarLas torres tienen ciertas diferencias con las azoteas, ya que éstas son una cubierta plana, impermeabilizada y solada. La visión de Sierra Nevada es inigualable, Yo pase dos meses de invierno de soldado en Granada y disfruté muchísimo de la ciudad. Pero esta subida me ha servido como juego para imaginar desde el escritorio lo destacado que sé que existe.
EliminarBesos.
Con tan sólo su lectura, ya me siento en esa azotea, respirando el aire de Sevilla y contemplando este hermoso panorama. Conozco la visión de Sevilla, desde la setas de la Encarnación, en donde he subido en dos ocasiones.
ResponderEliminarBesos
Gracias por compartir esa visión que he ofrecido, bastante genuina por cierto.
EliminarBesos.
He vivido Sevilla desde tu azotra como si estuviera allí.
ResponderEliminarTodo un milagro.
Es un lujo poder ver desde lo alto sin que nadie moleste.También es bello saber valorarlo como tu lo haces.Besos
ResponderEliminarThanks for sharing, nice post! Post really provice useful information!
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