20 agosto 2015

MIENTRAS LEO



Cuando parece que el tiempo se ha detenido
y la luz se ha enredado en una rama bien alta,
es falta de atención, es desenfoque del presente
mirando por el retrovisor de la irrealidad
por la que te marginas, una escora
desaplicada que te instala a vivir
en la atalaya de otro instante obsceno
y te saca por la puerta trasera del presente.

Junto a mí, un coro juvenil de risotadas
y anécdotas hiperbólicas que vocean
con escasas variantes de lo vivido y sufrido
cualquier otro día a la hora de la pose bizarra;
cada uno va sesgando el acento esdrújulo
y estridente como si el objetivo estuviera
fuera de lo imposible o con el mero propósito
de fastidiar la paz del próximo y hasta del alejado.

Los niños meriendan, las madres porfían:
ellos devoran las chuches y ellas insisten
en las conveniencias de una alimentación sana;
los padres, todos al margen, juegan con sus teléfonos
y las abuelas ríen las gracias
y hasta las soserías más anodinas de sus pequeños.

Mientras leo, una agitación hace proscenio
invitándome a abandonar
y a veces hasta me pierdo en las bambalinas
de todo ese acontecer que me subyuga;
dicen que es falta de concentración…
pienso que es cosa del gran angular
de estos oídos que se desorientan
cuando la vida externa quiere prevalecer
a costa de esa otra más interesante
que se deshilacha en las páginas de un libro.

Mientras leo en la piscina, en la playa o el campo,
una confabulación se alía para llevarme a la derrota.

3 comentarios:

  1. Mientras leo, aprendo a saborear tus letras,
    a saborear la vida antes de su derrota.

    Un abrazo de MA.

    El blog de MA.

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  2. Es que las lecturas veraniegas son así, pero tienen su encanto, ¿verdad?
    Abrazo!

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  3. Esos malditos críos, ese bullicioso enjambre a nuestro alrededor que no deja ensimismarnos en nuestra lectura, la del libro y la de nuestro propio pensamiento... Al final va a resultar, pese a todo, que la vida sigue, con o sin nosotros. Ya lo decía Juan Ramón en ese viaje hecho poema.
    Un saludo.

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