A la memoria de Felisa Pulido
Después de iniciadas las mermas
tomó un andador por cabalgadura,
se fue espaciando y se silenció.
En lo recóndito de su intimidad,
fue sombra de sí misma
y entregó su vida con docilidad
cuando le fue reclamada.
Así, sin el menor aspaviento,
nos vamos encuadrando
en el batallón del silencio,
sin despedidas ni alborozos:
mutismo hierático.
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