En una sociedad colmada de estruendos,
donde el campanilleo diario
aturde y hastía los sentidos,
y también al alma,
una fuga clandestina de silencio
como medio terapéutico.
En el runrún del oído interno
unas ligeras notas,
que en breve son compases
y álgidos estímulos.
Se oye el eco de la nada
y comienza a ser curativo,
vienen a la mente los recuerdos
de una vieja terapia del alma
que va suturando cada uno de los desgarros.
Hacer silencio,
dejarse llevar por el misterio curativo
a la espera del encuentro.
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