Primero fue un sueño,
una quimera con límites en el extrarradio
desde la habitación compartida;
era por momentos pesadilla
colgada en el estrellato oscuro
de las tinieblas.
Planos, boceto a escala reducida
con perchero de ilusión y vistas al campo,
y gravedad en el paso,
que a fuer de rotundo
fue modulando la fábula como creíble.
Para la entrada,
hube de desplumar al cancerbero
y hacer tierra rasa de las existencias,
también de la calderilla;
después vendría coger el paso
y deletrear cada uno de los pagos mensuales
con las oportunas letras.
A la espera siempre le cuelga una rémora
y sobre el dos hubo que rotular un tres
bien cumplido;
olía a hormigón reciente y a vacío,
a eco. Así que la imaginación
tubo espléndidas oportunidades.
Por delante diez años de pasar por caja
hasta gritar ¡mío!
Ese tiempo en mis hijos
fue condena a treinta años, ¿y mis nietos?
Posiblemente vuelvan a las cavernas.
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