Juventud, esa lozanía insultante,
el brillo cegador
de una hoguera que crece vorazmente
y en lugar de consumirse
se dilata hasta lo imponderable
y se desborda como río de aguas bravas,
con tanta porfía como inconsciencia.
A nada pone límites,
pero su acotación periférica
se asoma por el vallado de la pubertad
y se contrae,
la timidez juega su baza
y comienzan las dudas.
Ya no es posible reiniciar la prueba,
no se permiten los ensayos:
la frondosidad ha alcanzado su esplendor
y no hay vuelta atrás,
ahora toca cargar con la responsabilidad
por los días de la vida,
en adelante se asomará la añoranza
por el retrovisor de lo vivido
y esa primera etapa será el referente
para abordar las exigencias,
con la superación de sí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario