Diálogo absoluto,
por donde circulan lo derecho y lo torcido,
un murmullo que acaricia
y una distorsión que quiere imponerse.
Ojos entornados,
la visión presentida, el filtro eficaz
donde se quedan los posos
que fondean y lastran ripios y cascotes,
pero también la brisa de cola
que trasvasa la médula y eleva
hasta cotas jamás imaginadas:
plenitud de dicha y recogimiento,
la verdad desnuda frente al espejo
despojado de influencias
y reflejos engañosos,
lo imposible hecho realidad.
Ahí está la luz,
la presencia absoluta,
ante la que no valen subterfugios ni excusas.
Este es el momento
de asumir, aceptar y dejarse ayudar.
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