Y sucedió, que aquello que
maliciaba
acabó acaeciendo en la noche,
entre sudores y suspiros,
entre gritos de quebrantos
que nadie parecía escuchar
como si no los hubiera
voceado,
como si nada de eso hubiera
sucedido.
Primero fue lo del accidente
en un coche que ni conducía
ni nunca había montado en
él;
la carretera también irreconocible,
así como la señora herida
que estaba
apresada entre el asiento y
el volante.
Bajo el foco cegador del
posible quirófano,
mi hijo, sierra en mano y
muy decidido,
dispuesto a cortar sin
reparos;
mi hermano, con gorro y
mascarilla verde,
animándole a cortar sin
titubeos.
Después no supe más, hasta
que desperté
sintiendo un dolor tremendo
en la pierna izquierda, esa
que tuve en mala postura
y en vez de descanso me dio
una noche infernal.
La cama se convierte a menudo en una jaula que solo se abre cuando amanece el nuevo día. Hace dos noches me pasé todo el rato fabricando mojo picón. Una mala digestión fue la culpable.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Francisco, una vez me dijeron que cuando éramos verdaderamente esclavos, era cuando dormíamos, ya que sí no nos despertamos, el sueño nos puede llevar como a ti, a horribles pesadillas. Y es cierto, muchas veces somos prisioneros de lo mejor y lo peor, cuando estamos dormidos... Cuidadín con la noche de halloween que los malos salen para hacer maldades.
ResponderEliminarUn abrazo con cariño.
Ángeles
Ea horrible tener pesadillas. Despertar es una delicia, cuando nos pasa.
ResponderEliminarBesos.
La sensación de haber vivido un mal o buen sueño permanece al despertar y nos puede arruinar la mañana, Francisco...Respiremos a fondo y miremos el regalo de la luz.
ResponderEliminarMi abrazo y cuídate mucho, amigo.