Era el comienzo del otoño,
cuando la granada se abre
impaciente
por mostrar sus dientes
rojos
como boca sedienta de labios
apasionados.
No nació entonces, pero sí
despertó
como del bostezo de una
bella durmiente
agotando todos los plazos.
Era rubia. Sus cabellos como
tirador
de cerveza con incontinencia
burbujeante
y muy generoso. Como la
espuma,
─rizos
y bucles en cascada─
dorada por el sol tenue de
la tarde.
En su boca se citaba la
concentración
de toda su fuerza inmanente,
el manantial donde se
electrizaba
mi sed y mi deseo.
Era, como ahora, comienzos
del otoño,
la alfombra de hojas todavía
no se había esparcido por el
suelo,
pero ella caminaba con paso
mullido
como quien lo hace por
alfombra de nudos,
esos que se ataban a mi
garganta.
Muy visual tu poema, con esos tonos amarillentos, marrones y rojizos, donde una mujer se integra en el colorido del paisaje de otoño.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Gracias, Cayetano, muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Despertó en otoño, como el bostezo de una bella durmiente...Y el príncipe estaba ahí para sentir que, era el comienzo del amor, que cada otoño volvería a renovarse...Realmente hermoso, puede leerse entre lineas que forma parte de tu vida, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz fin de semana.
Si no de mi vida de mis sentimientos, María Jesús. Ya sabes que el poeta, como autor, es un fingidor.
EliminarUn fuerte abrazo.