Con las primeras luces de la
aurora
se descorre el visillo opaco
donde se refugiaban las
estrellas
y de repente todo es
indecisión,
cristal manchado como manto
húmedo;
sobre la hierba, sobre las
plantas,
sobre cada flor, un baño de
perlas
traslúcidas de rocío, un
riego virginal
y generoso como abrevadero y
aseo
que la naturaleza regala a
manos llenas.
Es como el beso húmedo de la
luna
que pone tersura antes de
los primeros rayos de sol,
en contraste con el día que
quiere romper,
cuando la brisa agita los
olivos
y pone una escala visual
tornasolada de verde y blanco
que se mece a ritmo binario
anunciando el nuevo día; a
lo lejos
serpentea en el camino las
primeras siluetas
anunciando la llegada de los
vareadores
y de inmediato, la agitación
se acompasa
con la presencia de los
olivareros.
El amanecer y el verde de los olivos combinan bien, menos para los que han de madrugar forzosamente.
ResponderEliminarConocí una "Aurora", pero esta tenía menos luces.
Un abrazo, Paco.
Esta faena la conozco bien desde niño. Salíamos de noche de casa y amanecía ya en el tajo. Era una faena familiar en los momentos de vacaciones de Navidad...
EliminarUn abrazo, Cayetano.